España Historias de viaje

Perdidamente encontrado en Mallorca.

Creo que la mejor forma de conocer un lugar, pero conocerlo posta, es perderse.

Creo que la mejor forma de conocerse a uno mismo es perderse.

Creo que la mejor (y quizás única) manera de encontrarse, es perdiéndose.

Nos perdimos caminando los callejones del Barrio Gótico de Barcelona y sentí un “ahora sí” (será historia de otro capítulo).

Nos perdimos en Besalú, un pueblito medieval a 150km de Barcelona, y pensé “qué bueno”. Y eso que tenía no mas de 6 o 7 cuadras y un Supermercado Dia%.

En Mallorca me estoy “perdiendo” al menos una vez al día. Pese a mí mismo. Porque les juro que tengo un sentido de la ubicación ,de la orientación, de puta madre. Creo que tiene que ver con la atención y con la independencia. Cuando uno va detrás de otro se apagan varias luces y se sigue a ese otro. Pero cuando la cosa depende de uno, los sentidos y la atención conectan y, como mínimo, donde sea, sé dónde está el norte y dónde se pone el sol. Aplíquese a cualquier ámbito de la vida.

Mi primera incursión en el Mediterraneo fue en una playa en Alcudia. Mi “perdición” fue un poco forzada. Me metí al mar en kayak a la noche, Sólo. Sin siquiera la luna. Negro. Profundo. Tan calmo como desesperante. Sólo se escucha el ruido de mi remo mover el agua. Sólo se ven unas lucecitas allá a lo lejos. Para otro quizás es una boludez, pero para mi, que tengo cierto miedo/respeto al agua, sumado a mi cierto miedo/respeto a la oscuridad, tuvo un tinte de aventura extrema de esas que te sale gritar en medio de la nada. Me perdí, un toque. No encontraba las luces de nuestra casa en la playa, pero me encontré con un digno remador que sintió haber conquistado un nuevo mar.

Nos perdimos, también, por suerte, en el Parque Nacional Levante, en el extremo sudeste de la isla. Encontrar un sendero entre las laderas de piedra plana que bajan como precipicio hacia el mar, re quiere un ojo tan afilado como esas rocas.

Toda la isla es un levantamiento de placas de rocas escarpadas, en las cuales quedan grietas que forman “calas” que acumulan un poquito de arena y algas y forman playas de fotos de Instagram. Según la guía de Mallorca, hay cerca de 300 registradas. Así que si te “perdés” en el camino de 3hs hasta llegar a nuestro punto clandestino de acampe, como muy grave atravezarás 3 o 4 paraisos escondidos como callejones de arena y mar. Además, por las dudas, cada 3 o 4 montañas, en las más altas de la costa, hay torres medievales de vigilancia desde las cuales ves la anterior y la siguiente para que si alguna avistaba un barco invasor, prendía un fueguito que se vería desde la otra torre, iniciando una cadena de alerta. Las de El Señor de los anillos.

Y si optás por patear el parque por adentro, puede que quizás te pierdas en sus pinares. Pero tranquilo, hoy hay viento, el mar truena contras las rocas, se escucha desde donde estés.

Estamos acampando a no más de 10 metros del Mar Mediterraneo. Es una playa pública dentro de un Parque Nacional. En realidad está prohibido. Amo dormir en una carpa. Donde sea. El mar está fuerte hoy. De noche en la carpa siempre me da la sensación de que crece la marea y está a una ola de llegar hasta la carpa.

Para ir al baño no te podés perder. Hay luna llena casi. Hasta hace sombra su luz. ¿Alguna vez cagaste bajo la luz de la luna? Te lo recomiendo.

Estamos viviendo a base de “Pa amb oli”, o según nosotros, “Pam-boli”: Pan mallorquín, untado con tomate natural, con trozos de otro tomate, sal, aceite y acompañado de embutidos varios. Vengo comiendo un promedio envidiable de embutidos. Y todo con tomate. Cenamos pamboli, desayunamos tomates con una botella de “zumo”, que es jugo de tomate puro, y otra botella de Gazpacho, que es jugo de tomate con condimentos picantes. Bien.

La familia de Jaume, nuestro anfitrión mallorquín, tiene varias “fincas” que producen y distribuyen todo el tomate de los supermercados Mercadona de toda Mallorca y toda Barcelona. Seis millones de kg de tomate al año. En una de sus fincas de Selva intenté recolectar unos tomates. Dos avispas me picaron en el mismo dedo meñique. Lo logré igual. Y valió la pena, y el dolor.

Quiero perderme en los pueblos del interior de la isla. Hay una red de carreteras y rotondas entre la Sierra de Tramontana del norte y las colinas de granjas del sur. Un cartel señala que para allá está “Muro”. Se me hace muy Game of thrones, mejor no vamos. Si quiero conocer Arthá. Desde la ruta se ve un pueblito arriba de la montaña, una iglesia enorme, una torre…

También me perdí en otro pueblo: “Lloseta”. Fuimos medio entonados a la fiesta del pueblo y recuerdo haber bailado cuarteto con Barbi mientras tocaba en vivo una banda de ska, y luego perderme en el pogo mientras una banda local hacía covers de Ac-Dc.

El plan para mañana es pasear por Selva a la mañana. Si lo viese por fotos, quisiera venir especialmente a conocerla. Seguro me sacaría una foto en la esquina y en la puerta misma de la casa donde estamos parando. Y estamos perdidos adentro…

Escribo estos párrafos finales volando desde Palma a Granada. Aunque quizás no sean los finales. Me subí al avión con una sensación rarísima. Y presiento que a Barbi le está pasando exactamente lo mismo. En todos los viajes contemplamos los mejores lugares del mundo para vacacionar. En cambio, en Mallorca, encontramos un posible lugar donde vivir. Para eso había que perderse. Barbi perdió el miedo y se animó a hacer toples en las playas. Si la conocen, saben lo pudorosa que es. Todavía no lo puedo creer. Estoy sorprendido. Pero aún mas, orgulloso. Se encontró libre y feliz.

Yo perdí mi miedo a las alturas y el miedo/respeto al mar y me tiré desde unas rocas, para mi, un precipicio, a un mar verde brillante. Salté. Nadé hasta hasta donde mis pies parecen volar. Festejé con puño cerrado abajo del agua.

Y mientras nos perdíamos en cada paso en la isla, perdíamos nuestro miedo al desarraigo. La familia, los amigos, ¿el laburo?, los proyectos, Diatriba, Pisahuevo, Casa Del Mundo, Septiembre, ¡Boca! Son cosas que tiran una barbaridad.

Pero por la ventanilla del avión se me cruzan imágenes de cómo sería vivir en España. Es tan perfecto que asusta. Un departamento en Palma como Iván, frente al Palacio Real y con amaneceres y atardeceres en su mismo balcón. Vivir en la casa de Jaume y Dani en Selva en los seis meses que no están allí, y luego vivir en un motorhome en los meses de “paro” (una especie de ayuda social para tantos meses por año que estés desocupado. Podés llegar a estar laburando 9 meses, y tres de paro cobrando el 80% del sueldo, así una y otra vez. Hermoso). Lo estamos contemplando posta. En silencio, adentro. Hay una sensación rara.

Los aviones y los bondis me hacen pensar. Me hacen alejar. De los lugares y de las cosas. Alejate de la compu, del celu, y pensá. ¿Vivís bien? Pero posta. ¿Por qué vivir tan insanamente, tan insalubremente, en un país tan inviable? Única vida. El tiempo. Qué al pedo siquera intentar vivir bien, boludo. Se puede. Perder vida, encontrar vida. Qué sé yo. La puta madre, loco. ¿Saltar?

Mil ideas que se me cruzan. Y estoy seguro que a Barbi también. Ninguno de los dos se anima a decirlo. Estoy perdidamente encontrado.

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